«¿Qué buscais?» preguntó el Señor a Simón (Pedro) y a Andrés» Jn 1, 38

Icono copto del Señor con Juan, el Amado

La vocación es un llamado divino por el cual Dios, en cierta medida, se revela al hombre y le invita a un camino particular de salvación. Siempre la iniciativa es divina, es decir, Dios nos encuentra y nos habla al corazón de modo que Él espera una respuesta nuestra.

Hay diferentes vocaciones: a la vida, a la santidad, al sacerdocio, a la Vida Consagrada (vida carismática), matrimonio. No existe, es preciso puntualizar, la vocación a la soltería pues el célibe está llamado a, en su propio estado, vivir el celibato: una lógica divina por la que el hombre ayudado por la gracia experimenta el amor de Dios (vía teologal) y la transmite a otros sin reservas -sin limitarse a una persona en específico como lo es en el matrimonio-.

El Señor en la barca con sus discípulos calmando la tempestad


«Simón (Pedro) y Andrés le respondieron: «Rabbí – que quiere decir, «Maestro» – ¿dónde vives?» Jn 1, 38

La vocación es divina e íntima. Divina pues es el mismo Dios que nos invita a caminar según Él e íntima porque la recibimos en lo profundo de nuestro corazón. Es Dios quien nos habla, y en cierta manera, se revela y nos salva. Cada uno de nosotros podemos identificarnos con el pasaje del joven rico:

«En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?»

El le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»

«¿Cuáles?» – le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.»

Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?»

Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme» Mt 19, 16-21

El Señor lava los pies a Pedro

La vocación, su percepción se presenta como una moción del Espíritu Santo. Siguiendo las normas de San Ignacio (Ejercicios Espirituales, n. 316) viene acompañado de

– con paz y alegría; y
– con una inflamación en el amor a Dios (caridad), un incremento en el creer a Dios y lo que Él a revelado de sí (fe), y una mayor visión en percibir los acontecimientos como venidos de Él y que a Él tienden (esperanza)

San Juan Pablo II nos dice:

«el Seminario mayor debe tratar de ser «una comunidad estructurada por una profunda amistad y caridad, de modo que pueda ser considerada una verdadera familia que vive en la alegría». Desde un punto de vista cristiano, el Seminario debe configurarse como «comunidad eclesial», como «comunidad de discípulos del Señor, en la que se celebra una misma liturgia (que impregna la vida del espíritu de oración), formada cada día en la lectura y meditación de la Palabra de Dios y con el sacramento de la Eucaristía, en el ejercicio de la caridad fraterna y de la justicia; una comunidad en la que, en el progreso de la vida comunitaria y en la vida de cada miembro, resplandezcan el Espíritu de Cristo y el amor a la Iglesia»» (Pastores davo vobis, n. 60).

¿Crees que tienes vocación? ¿Te gustaría discernir con nosotros? En la sección de «Contacto» puedes comunicarte con nosotros.

María, las Mujeres, y el Colegio Apostólico en Pentecostés

«No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca» Jn 15, 16

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La Comunidad del Seminario con nuestro Obispo, D. Rafael
Vitral de la capilla principal del Seminario de nuestro Señor con nuestro patrono, San Bartolomé